lunes, 13 de febrero de 2012

VARANASI. MI TURISMO DE UN DIA.


El gran error del viaje ha sido sin duda no haberme documentado más acerca del país antes de entrar en el.  Su historia, sus costumbres, su religión, su comida...entendería mejor todo lo que me rodea.
Los voluntarios libramos los jueves así que programamos tres amigas una escapada a Varanasi, la ciudad sagrada.
Diez horas en tren nocturno para llegar a destino. En unos vagones llamados sleeper class pasamos la noche. Una especie de literas sucias en vagones dignos de los cromos de antaño. Con unas ventanas nada herméticas y rodeadas de indios carentes de higiene corporal y algún escarceo sexual teóricamente oculto y prácticamente a la vista de todos.
Todo el trayecto con un frío digno de la Antártida, recuerdo pocas situaciones peores.

Varanasi es una ciudad maravillosa, bañada por el río Ganges y salpicada por miles de Ghats a lo largo de la orilla del río. Estos ghats, escalinatas que bajan hacia el río y dan acceso a sus aguas son el centro de rituales hindúes y punto neurálgico de la ciudad. Allí la población se baña, se ducha (las mujeres siempre con el sari puesto), rezan, lavan la ropa y practican el ritual de la cremación. La ciudad sagrada de la India por excelencia acoge cientos y cientos de cremaciones a lo largo del día. Desde muy lejos viajan familias indias a Varanasi para ocupar un crematorio y darle el último adiós al cuerpo de su ser querido.


Simplificando, queman a los muertos para purificar su alma y posteriormente lanzan sus cenizas al río.
Previo al proceso de cremación, envuelven el cuerpo en telas blancas y lo acompañan rodeados de flores a modo de procesión o cortejo desde el hogar o punto de partida hasta el ghat. Allí se coloca el cuerpo con un montón de leña y se le prende fuego.
Las ropas se queman enseguida, con lo que es muy fácil distinguir el cuerpo y sus extremidades ardiendo entre las llamas.
El olor a carne quemada invade la ciudad, es una imagen impactante para nosotros pero que forma parte de su religión y de su día a día.
Nos contaba un indio local, que muchas familias no pueden pagar un crematorio (1 kg de leña= 5 rupias) siendo necesarios 250 kg de leña. Impensable para una buena parte de la población, muchísimo más de lo que puede ganar un indio en un mes.
Para ello existe el crematorio eléctrico municipal sin coste alguno para los familiares. Lo que viene siendo un horno donde calcinan los cuerpos.
De las cosas que más te previenen a tu entrada en la ciudad sagrada es de no hacer fotos a los crematorios. Está prohibido. Además de resultar una ofensa, los familiares te lanzan piedras por considerar que estás faltando el respeto del difunto.
Disfrutamos del amanecer del Ganges desde el barquito, una de las imágenes más bonitas del lugar.
Momento donde disfrutas de la India vibrante mientras el guía te da su pertinente explicación, interesantísima por otro lado.
El ritual de la cremación se realiza con el fin de purificar cuerpo y alma, pero existen algunos casos donde esta purificación no es necesaria y se lanzan los cuerpos directamente al río por estar puros. NO recuerdo con exactitud cuales son los 5 casos pero puedo nombrar algunos de ellos, como las mujeres embarradas, los leprosos, los muertos por la mordedura de una cobra, los Hare Krishna y otro grupo más.
Estos cuerpos, a pesar de llevar un lastre, en ocasiones suben a la superficie del río. Si el cuerpo llega a la orilla de la ciudad, este se vuelve a lanzar al río si es que los perros no han devorado con anterioridad el cuerpo en descomposición.

En caso de que el cuerpo acabe en la orilla contraria, simplemente se acumula con el resto de cuerpos. En época de monzones, cuando llueve y el nivel del agua sube, una vez vuelve a bajar, te puedes encontrar con la imagen de cientos de cuerpos desperdigados al otro lado del rio por la bajada del nivel del agua. La imagen debe ser tremenda.
Un país con costumbres tan diversas como habitantes hay.
Caminamos las callejuelas, comimos en las azoteas de los hoteles con sus privilegiadas vistas, visitamos algún templo y volvimos a Calcuta, nuestro hogar.
Un viaje en tren que nos costó un día más de recuperación. Después de coger un tren nocturno a las 22 h con llegada a las 09 h según informaciones de las autoridades ferroviarias, y preparadas en la puerta con las mochilas al hombro dispuestas para salir del tren, nos informaron en un inglés pésimo que el tren no llegaba a destino hasta las 19 horas del día siguiente.
Sin comida, sin bebida, con frío y con ratones atravesando el país en un tren de cercanías que efectuaba paradas en todos los pueblos donde cientos de vendedores ambulantes subían al tren y ofrecían sus productos...nada suculentos para mi.
Como acompañantes de viaje, ratoncitos que corrían por el suelo del vagón, por suerte...ratoncitos.
No consigo olvidar la imagen de los cuerpos flotando por el Ganges y un perro comiendose la columna vertebral de un cuerpo. El olor...





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