Tras una larga noche en el Aeropuerto y haber conocido a una española en el último vuelo, nos disponemos a coger un taxi de prepago que nos lleve a la zona de hoteles de voluntariado, Sudder Street.
Una hora fue el tiempo que nos dio el taxi para un toma de contacto visual con el país antes de llegar a destino. La India es un vivo reflejo del caos. Las calles abarrotadas de gente, con vestimentas de lo más pobres y básicas, muy por debajo de lo que nosotros consideraríamos normal. Niños desnudos rebuscando entre los montones de basura, baños y duchas improvisadas en las aceras con agua proveniente de los desagües, montones de cuervos, perros callejeros y gatos con sarna conviven con la población quedando expuestos a todo tipo de enfermedades. La visión es desoladora.
Chabolas por todas partes, se respira pobreza y un hedor digno de cualquier vertedero.
Acumulaciones de basura en las calles, venta de carne y pescado con el firme del asfalto como mostrador. Alimentos que no han visto nevera en dos semanas. Gallinas desplumadas en el acto y con la muerte provocada por el dolor. Condiciones de salubridad alarmantes.
Por fin llegamos a la calle de los voluntarios y nos disponemos a buscar el Hotel Galaxy. Al llegar, nos informan de que no tenemos reserva. Mi compañera está claro que no pero la mía estaba confirmada incluso por teléfono. Ya nos habían advertido, esto en la India también suele suceder. Utilizamos la táctica de que somos amigas de Arancha. Había leído en uno de los foros que era “amiga” del dueño del hotel, Harry. Así que esperamos a Harry mientras paseamos por la zona y buscamos una alternativa por si se da la negativa en el Galaxy.
No sé porque lo llaman hoteles. No cumplen ni los mínimos para ser considerados albergues ni pensiones. Humedades, ratas, cucarachas, ausencia de ventilación, wc comunitarios en forma de letrinas…Finalmente y gracias a Dios, Harry nos hace un hueco y disponemos de habitación. Esto si es suerte. Una vez instaladas, nos vamos a comer al Spanish Café. Aquello era como la embajada española en la India, nuestro territorio.
Gente estupenda dispuesta a ayudarte y recibirte.
Enseguida encontramos a Maria, una chica también de Valencia que contacte vía Facebook. Buena comida con garantía de calidad.
Pechugas de pollo con ensalada y a recorrer un poco las calles.
Paisaje de nuevo desolador. Niños tirados en la calle, bebes sobre las aceras desnutridos, vacas, perros, gatos, cuervos transmisores de sarna y muchísima gente pidiendo entre el tráfico intenso. Paseamos las calles, entramos en la zona de un hospital (gran error). Colas y colas a su entrada como si de un concierto de los Rolling Stones se tratara. Gente acampada durante días esperando su turno.
Visitamos Mother House. En apenas 5 minutos de visita, nos invade una fuerza y una paz que nos sirve de bocanada de aire para seguir el camino. Un oasis de esperanza en medio de la jungla que es Calcuta.
Y de vuelta, compartimos de nuevo una cena en el Spanish Café, intercambiamos sensaciones y a la cama. No sabias como de importante se iba a convertir el Spanish, lugar de encuentro físico y psicológico en todos los sentidos.
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